jueves, 26 de febrero de 2009

¿Quién dijo que estamos ya en Cuaresma?

Esta semana don Carnal y doña Cuaresma se dan la mano. Escribo estas palabras en la madrugada del jueves. Hace tan sólo hora y media que el Miércoles de Ceniza ha servido de puente entre el Entierro de la Sardina (que pone oficialmente fin al Carnaval) y el comienzo de los 40 días de preparación para la Pascua según el calendario cristiano. Sin embargo, desde que tengo noción de mi existencia, recuerdo que las fiestas en honor a don Carnal duran al menos un par de días más hasta llegar a la Piñata.

Soy natural de Tenerife. El carnaval corre por mis venas, probablemente desde que nací, porque mis padres siempre ha sido muy carnavaleros. Me he enfundado infinidad de disfraces distintos en todos los años que he disfrutado de la fiesta. Algunos los heredaba de mi familia. Otros me los hacía una costurera a la que se lo encargábamos semanas atrás. Me vienen ahora a la cabeza alguno de ellos: pitufo, oso, indio, ficha de dominó, hawaiana, semáforo, enfermera, escarabajo, prostituta, moro, Blancanieves, hombre misterioso, del espacio, payaso,… y tantos otros. El carnaval en mi isla, y concretamente en la capital, Santa Cruz de Tenerife, se vive de forma espectacular. “No se puede contar con palabras”, dicen algunos, “hay que vivirlos”. ¡Cuánta razón tienen!

Calles, plazas, callejones, rincones. Todo es fiesta y carnaval en Santa Cruz durante algo más de una semana, desde que el viernes de la Cabalgata anunciadora hasta el domingo de piñata de madrugada, este domingo que viene. Y eso en la calle, porque los concursos y galas empiezan semanas atrás, y los preparativos de coreografías, ensayos y vestuario de murgas, comparsas, rondallas y candidatas a Reina del Carnaval se suceden varios meses antes. Hay quien vive casi todo el año con un ojo puesto en los Carnavales.

Este año, Santa Cruz repite el "Carnaval de día" que en 2008, en su primera edición tan buen resultado dio en la ciudad chicharrera. Desde las 12 del mediodía hasta las 4 de la tarde del domingo de Piñata, distintas plazas de la capital se llenarán de música en directo para mover el esqueleto, desde Alex Ubago o Beatriz Luengo, hasta la archifamosa orquesta venezolana Billos Caracas Boys o la mismísima estrella internacional Craig David. Muchos empalmarán la larguísima noche del viernes, y otros se levantarán para la ocasión y seguirán de fiesta hasta bien entrada la noche. Muchas familias irán con niños, porque el luminoso día trae más confianza que la oscura noche. Huele a éxito asegurado. Tengo que darle la enhorabuena a mi amigo Ángel Llanos, primer teniente de alcalde y gran impulsador de estas nuevas iniciativas del Carnaval, junto a su equipo en la Concejalía de Fiestas.

Otra de estas iniciativas fue la que tuvo lugar el pasado lunes de carnaval donde a las 9 de la noche la ciudad se ‘apagó’ por completo para vivir unas largas horas a ritmo de los mejores DJ’s del momento (Santa Cruz Dance), como Dj Craze, el artista de esta disciplina con mayor número de premios en estos momentos en el mundo. Unas 40.000 personas no pararon de bailar abarrotando la plaza de La Candelaria y sus alrededores. 50.000 watios de sonido y 135.000 de iluminación. Todo vale en Carnaval, siempre que sea con diversión y buen rollo.

Ya sabes, olvida por unos días la Cuarema, todavía estás a tiempo de pillar un avión este próximo fin de semana, plantarte en Tenerife y disfrutar del mejor carnaval del mundo. Y que quede claro: es el mejor para mí, que no el más grandioso o espectacular, por un motivo fundamental. En Río de Janeiro mueren asesinadas cada año en Carnavales en torno a 80 personas. En los de Tenerife, nadie. Borracheras todas, muertes, ninguna. Por eso, por muy espectacular, grandioso y grandilocuente que sea el Carnaval de Río, el ‘mejor’ es el de mi querida isla, porque la palabra mejor, según la RAE, es ser preferible o más conveniente, y ustedes me perdonen, ni prefiero ni me conviene, que mi preciada vida se pueda extinguir en unos Carnavales en manos de unos desaprensivos.

martes, 24 de febrero de 2009

Crónica de un éxito anunciado

Sábado 21 de febrero, siete y cuarto de la tarde. El sol se ha puesto ya en Madrid. Decenas de personas aguardan en la acera de la calle de Albuquerque esquina con la de Palafox. Las puertas de la Sala Clamores permanecen aún cerradas. El zaguán del mítico local y su escalera están abarrotados. Pasan los minutos. La gente se impacienta. ¿Todavía no han abierto la puerta?, pregunta una pareja que acaba de llegar. Un coche no para de tocar el claxon porque otro ha aparcado en la salida de un garaje con nada menos que tres grandes carteles de VADO bien visibles. Una señora de mediana edad pasa por delante de la sala con un chico joven, previsiblemente su hijo, y al ver tanta gente y expectación no se resiste a irse sin saber qué figura del espectáculo actúa hoy. Se acerca al cartel de la pared con la programación mensual de Clamores. A ver..., 21 de febrero…, Jose Zúñiga. Se van sin más. Quizás cuando llegue a casa, y si es adicta a las nuevas tecnologías, vaya corriendo al Google y teclee Jose Zúñiga. Quizás no, y olvide este nombre para siempre. Qué más da. Nosotros esta noche seremos afortunados y le veremos cantar.

Por fin se abren las puertas. Bajamos la escalera y entramos al local. Pasan quince minutos de las siete y media, y el artista acaba de salir a escena. En la sala (o en el bareto, como le gustaría a Jose que dijera) no cabe ni un alfiler. Unas 200 personas están ya sentadas en la parte de las mesas o de pie en la barra atentos a las primeras palabras musicales de mi amigo Zúñiga, su Autorretrato. Echo un vistazo al público asistente. El mosaico de edades comprende desde la veintena hasta la sesentena, incluso puede que alguien supere los setenta. También de ocupaciones. Hay estudiantes, ingenieros, arquitectos, abogados, magistrados, cantantes, economistas, directores generales, funcionarios, poetas, periodistas, comerciantes, escritores, profesores, políticos, consultores, internautas adictivos y muchas más que no soy capaz de identificar. Porque muchas caras presentes me son conocidas, otras no.

Acaba la primera canción. Primeros aplausos. El artista da la bienvenida, musita unas palabras y raudo y veloz se lanza con el segundo tema de la velada: Elegía. El ambiente es distendido. Los asistentes se susurran cosas al oído. Los camareros no dan abasto para atender, porque el alcohol fluye por las copas y las mesas de forma frenética. En fin. Ya vamos por la tercera y la gente se anima. Y más aún con el tema que da título al recital de hoy: ¡Ay qué vida! Dolores, enfermedades, hablar con el vecino, petar en la M-30, el ordenata, el móvil, tender la ropa,… Risas, muchas risas, vítores… ¡Que no decaiga!

“Una mañana al despertarme y cuando la casa olía a café, me habían traído el desayuno a la cama, leía la prensa, y leyendo a Manuel Vicent se me ocurrió esta canción”, explica Zúñiga. Murmullos en el patio de butacas. Lo del “desayuno en la cama” ha despertado risas. “Me lo traen todos los domingos”, añade el autor con una sonrisa en la boca. Gritos de Lidón, Lidón… (en alusión a su esposa). El tema Yo también te dedico una canción se traduce en un homenaje particular del cántabro a Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, y consigue que todos los asistentes acepten con agrado el regalo de un sueño.

Por una de aquellas idas y venidas musicales de la tarde, llega uno de los grandes éxitos del cantante cántabro, Historia de un ascensor. Los asistentes escuchan perplejos cómo el elevador de Padre Damián que sube y baja cuando quiere, desgrana una magnífica y autobiográfica historia de amor, de pasión, de vida, con alguna que otra licencia poética. ¡Magnífica interpretación!

El cantautor introduce un tema que habla de tres amigos en el barrio de Lavapiés, Pipas de agua. El ala oeste del garito, que alberga al grupo de MySpace, aplaude enérgicamente. La historia se desarrolla en la calle Primavera, un sábado cualquiera, esquina con la fe. Mis vecinas de la mesa de al lado cuchichean algo. Pongo el oído, sólo con el propósito de hacer esta crónica lo más completa posible. Parece ser que una de ellas, qué coincidencia, vive en Lavapiés, creo que incluso en la misma calle de la Fe. ¡Qué cosas!

El director decide entonces hacer una pausa y fumarse un pitillo. Presenta a uno de los artífices de que el de Torrelavega vuelva a estar esta noche encima del escenario. Pablo Medel nos deleita con una de sus canciones y luego le regala los oídos al anfitrión, con el que realiza a posterior un estupendo dúo para gritar ¡me liberé! Aprovecha entonces el polifacético artista para enseñar a la cuarta pared su recopilatorio libro de poemas que recientemente ha publicado Ediciones del Primor. “Probablemente lo tendréis todos, pero para el que no, aquí dejo algunos en primera fila”, dice. Luego el aire limpio de la función (prohibido fumar) nos trae otro de los éxitos del cantautor montañés afincando hace décadas en Madrid, Hey Pelele, y tras esta, Jose Zúñiga nos regala El tiempo, cuyo anuncio es aplaudido de forma vehemente por el Chivi y la inconmensurable Maite, que por cierto no para durante todo el concierto de levantarse y posar el objetivo de su cámara en el artista. ¡Habrá que ver ese excepcional documento visual!

Bueno, todavía hay tiempo para meterse con las autoridades eclesiásticas y militares, en El burro explosivo y Locuras de los curas, porque como dice Zúñiga desde las alturas, “hoy toca meterse con alguien”, y busca la complicidad del público en los coros. ¡Qué mal lo hacemos todos, por cierto! También dedica una de estas canciones a sus amigos de estudios universitarios en Deusto. Por ahí se oyen gritos cómplices de ¡director, director!

Tras En las tierras altas y la preciosa Hoja de ruta, el compañero Jose se despide con una canción especial dedicada a su musa María Pasión, su fiel escudera en su ruta particular, “ahora abuela”, recuerda él mismo. Sesenta pone fin a un recital rico en todos los sentidos. Inquietante, emocionante y conmovedor a la vez. Ovación final. Vuelan rosas rojas hacia el coso. Otra, otra, otra, pide enloquecida la plebe. Gracias por el bis. Gracias por venir. Fin.

lunes, 23 de febrero de 2009

23-F

Hoy es 23 de febrero. A estas alturas ya sabrás que Penélope Cruz se ha convertido esta madrugada (aproximadamente a las 02:45, hora peninsular española) en la primera actriz española que ha ganado un Oscar de Hollywood por su papel de reparto en Vicky Cristina Barcelona. Anoche mismo antes de ver la ceremonia en Internet en un canal chileno, quise ver esta película de Woddy Allen en DVD para saber si realmente la de Alcobendas se merecía realmente la estatuilla o no. No encontré ninguna interpretación espectacular. La película de Woddy, uno de mis directores favoritos es bastante flojita, la verdad, aunque reconozco que el personaje de María Elena, que lleva a cabo Pe, es lo mejorcito del film. Pero de eso, a llevarse el premio más importante de la industria del cine mundial hay un abismo, desde mi punto de vista. Bastantes mediocres deben ser las interpretaciones del resto de nominadas en la misma categoría (este año no las he visto a todas) para que Pe se haya llevado el Oscar. Pero en fin, no quería hablar de cine, aunque para muchos en España, hoy 23-F será el día que Penélope triunfó en Hollywood. Como español, me alegro por ella y barro siempre para casa. Como cinéfilo, no estoy de acuerdo.

Pero hoy también se cumplen 28 años del fallido golpe de Estado del 23-F. Cuando se votaba en el Congreso de los Diputados la investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo, el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, silenciaba a España entera y le hacía vivir una de las noches más difíciles de nuestra democracia. Hace dos semanas tanto Antena 3 como TVE emitieron sendas series aprovechando la cercanía del aniversario. Mala, malísima la ficción de la cadena de Planeta y bastante aceptable artística e históricamente la de la cadena pública.

Tras estas retransmisiones, que por cierto desconozco por qué no se emitieron esta misma semana como hubiera sido lógico, me volví a leer el magnífico libro, que salió publicado hace tres años con motivo del 25º aniversario del golpe (parece que somos fanáticos de las fechas redondas), “23-F. La historia no contada” del periodista José Oneto. Escribió el manuscrito originalmente en mayo de 1981, tan sólo tres meses después de la fatídica fecha, convirtiéndose en el primer libro sobre el golpe que salía a la calle. En esta edición de 2006, el ex director de Cambio 16, Tiempo o los servicios informativos de Antena 3, nos presenta aquel texto original que todavía hoy sigue manteniendo la misma frescura informativo que cuando fue escrito, pero añade historias y acontecimientos que no se sabían con certeza en mayo del 81, además de corregir cifras y datos que pudieron ser verificados luego con más calma y exactitud. Asimismo Oneto hace referencia a todos los libros que sobre el golpe se han publicado a lo largo de los años.

El libro cuenta en las primeras 400 páginas cómo sucedió el golpe paso por paso, etapa por etapa el día 23 de febrero de 1981. Está dividido en cinco partes: la mañana, la tarde, la noche, la madrugada y la liberación. En el epílogo se explica detalladamente lo que ha sucedido uno por uno con todos los protagonistas del golpe, tanto los implicados en su realización, como los que fueron víctimas directas de él. En otras páginas finales se reconstruyen todas las reveladoras conversaciones telefónicas que mantuvieron durante la noche y la madrugada Antonio Tejero con su amigo el ultraderechista García Carrés, y éste con la esposa de Tejero. También en la parte final del libro se recogen algunas de las operaciones tanto civiles como militares como mixtas, que desde 1980 se produjeron con objeto de dar un golpe de timón en la marcha del país, derribar a Adolfo Suárez y reconducir la situación de España.

Si tenías edad suficiente para vivir y entender todo lo que pasó ese histórico día, te gustará recordarlo. Si eras demasiado joven en el 81, leer este libro te ayudará a conocer este episodio de la reciente historia de España.

sábado, 21 de febrero de 2009

¡Ay qué vida!

Hoy sábado hay una cita musical que no puedes dejar escapar. A las 19:30 horas, la madrileña Sala Clamores quedará a oscuras y en silencio durante algo más de hora y media para escuchar la voz y la guitarra del inigualable músico, Jose Zúñiga. Han tenido que pasar exactamente veinticuatro años para que el popular cantautor cántabro, afincado desde hace décadas en Madrid, haya decidido volver a la primera línea musical, a las tablas, al contacto directo con su público. Lo hizo en petit comitè el pasado 21 de noviembre en la pequeña y coqueta Sala Trovadicta de la capital en un concierto tranquilo, íntimo y cargado de mucha nostalgia. Pero ahora se lanza con todas sus fuerzas a la arena para ofrecer, a sus incondicionales de toda la vida y a nuevos compañeros de viaje, un recital que seguro será inolvidable.

El que fuera componente del mítico grupo “Los Escorpiones” se subirá de nuevo hoy a un escenario de renombre, como la mítica Sala Clamores, para presentarnos una veintena de canciones, que incluyen nuevas composiciones y temas de su repertorio de siempre, en un concierto que lleva por nombre, “¡Ay que vida!”.

No sé si esta tarde la sala estará llena, si el ambiente estará recargado de humo, si las luces y el sonido funcionarán bien, mal o regular, si las copas serán baratas, si a algún despistado le sonará el móvil en medio de la actuación, si los flashes de las cámaras de fotos cegarán al cantante, si no le fallará la voz, si los incondicionales compartiremos los nervios con el artista. No sé nada de esto. Pero doy fe de que el músico, poeta, editor, jurista, artista, funcionario, amigo, marido, padre, suegro y ahora también abuelo, Jose Zúñiga, se entregará cien por cien mañana a su público, nos hará sentir sus canciones, nos trasmitirá su pena y su alegría, nos hará evocar recuerdos, nos susurrará al oído cuando haga falta, nos gritará palabras que nunca debieron borrarse del diccionario, nos llevará de viaje vertical en un ascensor que falla cuando le da la gana, nos acompañará de baretos por el Madrid de nunca jamás, nos ahogará en sensaciones olvidadas, nos dibujará una sonrisa en nuestra cara, nos hará olvidar la puta crisis… qué más se puede pedir por cinco euros que cuesta la entrada.

¡Mucha mierda, Jose!

jueves, 19 de febrero de 2009

Arte contemporáneo en Madrid

El domingo estuve en la penúltima jornada de la 28º edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, más conocida como ARCO, que se presentaba este curso como una gran incógnita. En un año donde la palabra crisis es la más utilizada por todos, la feria de arte llegaba con menos galerías que la pasada edición y con menos previsiones de negocio. Sin embargo parece que al final, según han dicho los organizadores, las cifras finales de venta y asistencia no han sido malas. Ahora bien, quiero afirmar rotundamente que el público en general no debería pagar 32 euros por entrar a esta feria de arte. Me parece una barbaridad, pero en fin.

En el ámbito puramente artístico, la colección de este año me ha parecido más previsible y menos iconoclasta que la del 2008. La verdad es que me ha gustado, y he disfrutado mucho con algunas creaciones muy destacadas, pero eché en falta otras sensaciones que no he percibido en esta ocasión.

Una de las galerías que más me agradó en su conjunto fue la austriaca, Mario Mauroner Contemporary Art, y la veterana Marlborough Gallery, que apostó sobre seguro con alguna obra de Francis Bacon y Manolo Valdés presidiendo el stand.

Me llamó mucho la atención la artista Marina Abramovic con unas impactantes fotografías de niñas y adolescentes portando armas de fuego, expuestas en la galería luxemburguesa, Beamountpublic. También lo hizo el autor Javier Arce, que expuso en ARCO dos obras, ambas en papel estrujado, una inspirada en la obra El grito de Munch y expuesta en el stand de la galería Max Estrella, y la otra, una visión personal de la Capilla Sixtina, que constituía íntegramente el stand institucional del Gobierno de Cantabria en la feria.

Aunque no recuerdo ni el autor ni la galería (¡qué mala memoria la mía!), me pareció, al menos, bastante curiosa, una creación artística en la que tenías que usar una especie de gafas de dos colores, y según por el color que miraras, la obra era una u otra bien distinta. También suscitó mi interés un montaje de dos ventiladores enfrentados que mantenían con el aire una especie de cinta en medio, que no paraba de moverse, pero que no caía en ningún momento. Y por último mi retina también recuerda una creación creada en una caja y compuesta por varios mini monitores de televisión y espejos, cuyo resultado creaba una sensación óptica bastante peculiar.

Por último tengo que decir que me dejaron bastante indiferente las obras del país invitado: India. A partir del próximo año será sólo una ciudad, en lugar de un país entero, el invitado de honor. En este caso en 2010 será la mega urbe estadounidense de Los Ángeles. A ver qué nos traen desde el Pacífico.

viernes, 13 de febrero de 2009

Yasmina Reza

El sábado pasado asistí a la penúltima representación de la obra de teatro Un dios salvaje en el Teatro Alcázar de Madrid, que llevaba en cartel desde el pasado mes de septiembre. Tal ha sido el éxito de esta obra escrita por la genial autora francesa Yasmina Reza, que semanas antes las localidades estaban agotadísimas, y el que aquí escribe tuvo que comprar las entradas en noviembre para poder tener unas localidades en la fila 5 y en el pasillo, como me gustan.

Durante muchos años haciendo críticas de teatro he usado multitud de epítetos para calificar infinidad de obras. Un dios salvaje es, simplemente genial. Genial es el texto de Reza, genial el montaje de la omnipresente directora Tamzin Townsend y genial los cuatro protagonistas: Maribel Verdú, Aitana Sánchez-Gijón -ambas nominadas este año al Premio de Teatro Valle Inclán de El Cultural-, Antonio Molero (el “fiti” de Los Serrano) y Pere Ponce (el cura de Cuéntame como pasó). Y encima esta genialidad en tan sólo una hora y media. ¿Para qué más? Ya lo decía el escritor español Baltasar Gracián: “lo bueno si breve, dos veces bueno”.

Reconozco que hacía tiempo que no me reía tanto en un teatro, aunque bien es cierto que hace meses que sólo asistía a tragedias encima de los escenarios. Pero lo curioso de todo, es que Un dios salvaje, hace que te rías a carcajadas, pero a la vez resulta una feroz crítica a esta sociedad algo hipócrita en la que vivimos, en la que todavía importan más las apariencias que las ideas. “Real como la vida misma”, me decía al acabar mi compañera de butaca. “Pues sí, y eso es lo triste”.

Ahora la obra ha viajado a Barcelona, y desde anoche permanecerá en el cartel del Tívoli hasta el 1 de marzo, fecha en que proseguirá su gira por diversas plazas de la geografía española. Recomendable 100%, pero si vives en Madrid y has llegado tarde, no te preocupes, porque Yasmina Reza estrena esta misma noche en la capital su obra culmen: Arte, un éxito internacional sin precedentes. Y si Un dios salvaje es genial, Arte es una obra maestra teatral extraordinaria. El texto de un autor vivo más representado hasta el momento. He visto los dos montajes que se han estrenado en Madrid de esta obra (el de 1998 de Josep María Flotats y el de 2005 con el argentino Ricardo Darín a frente del reparto –que es la misma versión que el que se estrena ahora-, y creo que no me resistiré a repetir una tercera vez. Esta vez sobre las tablas estarán Luis Merlo, Iñaki Miramón y Alex O´Dogherty. Yo ustedes no me lo perdería.

Y si aún les quedan más ganas de Yasmina Reza, mañana se estrena en el Teatro Valle-Inclán de Madrid (perteneciente al Centro Dramático Nacional), Una comedia española, dirigida por Silvia Munt e interpretada por Mónica Randall, que vuelve a los escenarios tras 34 años de ausencia. La autora parisina escribió este texto en 2004, y es para ella misma su mejor obra, a pesar de ser la menos valorada o comercial de todas.

domingo, 8 de febrero de 2009

Un africano en Chueca

Hace tres años, 16 amigos fundamos un Club Internacional del Gourmet con el objetivo de reunirnos periódicamente (normalmente cada dos meses) e ir probando restaurantes madrileños de distintas nacionalidades. Hace unos días la cita nos llevó a Kimbumbu, un buen establecimiento de comida africana situado en el barrio de Chueca, en la calle Colmenares, 7 (entre la calle Libertad y la calle Barquillo), muy cerca de Cibeles.

Lo primero que llama la atención al entrar en el restaurante es la decoración, muy cuidada, étnica e inspirada en las materias primas africanas: maderas y colores oscuros. Las mesas también son muy originales y las sillas son una especie de cajones que están incrustados bajo la mesa que luego resultan ser bastante confortables a la vez que creativas.

Si se va en grupo, como las dos veces que yo he estado, será muy acertado pedir el menú degustación (21 euros + bebidas), porque se puede degustar una gran variedad de platos que servirán para hacerte una idea de cómo es parte de la comida del continente negro. Sin embargo esto tiene como siempre un ‘pero’ y es que al final, pruebas de todo pero sólo un poco de cada (aunque algo te guste mucho y otra cosa sólo una pizca) y además tu plato se convertirá en un batiburrillo de muchos platos, por ejemplo de ensaladas, y casi no sabes cuál estás probando. Pero quitando este pequeño inconveniente, la cantidad de colores, texturas y sabores de todos los platos, bien vale la pena optar por esta elección.

Los platos que nos sirvieron en el menú degustación fueron:

- DE PRIMERO: Futari de calabaza encebollada con boniato y leche de coco, batsuana de maizal al horno con salsa de alcachofas, ensalada de zanahorias y pimientos con bonito encebollado al jengibre, ensalada de manzanas dulces y con panecillos de maíz y queso futo, ensalada de papaya y espinacas con aliño de naranjas y comino y aguacates, patatas con salsa de curry.
- DE SEGUNDO: Guisado de ternera al sésamo con fufú de ñame, cuscus senegalés de cordero (en la foto), pollo al jengibre, yassa de pollo asado con lima, almejas con cacahuetes y espinacas, gambas con mango y batata dulce.
- DE POSTRE: Natillas de plátano, crema de mango, piña con delicia de coco, hojaldre de fruta, acompañados de un café de puchero con cardamomo.

No vamos a decir que sea una comida de una calidad hiper excelente, pero si muy buena en calidad-precio. Cuesta mucho (pero que mucho, mucho) encontrar a estas alturas en Madrid un restaurante en el que puedas comer bien a ese precio. Por otro lado, el servicio es rápido y atento, pero quizás podría estar más pendiente de si falta algo, como más agua o pan, porque me dio la sensación de que después de poner todos los platos sobre la mesa, por ejemplo los primeros, se olvidan de ti hasta que toca el segundo.

En fin, una fenomenal opción gastronómica, muy original y a buen precio, que seguro te sorprenderá positivamente.

lunes, 2 de febrero de 2009

Operación: matar a Hitler

Berlín, año 1944. La 2ª Guerra Mundial está en plena ebullición. Varios oficiales del ejército del Tercer Reich, convencidos de que otra Alemania es posible sin el Fürer, ingenian un plan para acabar con Hitler y las SS. El encargado de acometer el atentado es el coronel Claus von Stauffenberg. Este es el argumento de Valkiria, superproducción dirigida por Brian Singer (Sospechosos habituales, Superman Returns) que se ha estrenado esta semana y que tiene como gran reclamo la presencia de Tom Cruise en el papel protagonista.

Reconozco que me apetecía ver esta película porque era un argumento que me llamaba bastante la atención y porque, en general, me gustan mucho las cintas basadas en acontecimientos o personajes históricos importantes. Me daba exactamente igual que Cruise encabezara el reparto o lo hiciera un actor europeo poco conocido. La verdad es que no recuerdo (tengo mala memoria) ningún filme notable en el que el niño guapo de Hollywood estuviera involucrado en los últimos años. Pero en fin…

Valkiria es un producto cinematográfico más que potable, entretenido, con un metraje razonable (dos horitas justas), con unas interpretaciones acertadas y con un rigor histórico bastante aceptable. Quizás se echa de menos más protagonismo de los grandísimos actores que acompañan al personaje de von Stauffenberg (Bill Nighy, Kenneth Brannagh, Tom Wilkinson o Terence Stamp), pero entiendo que es difícil que una producción con Cruise no gire en torno a él. ¡Una pena! Pero sobre todo, si algo falla en Valkiria es que su director, Brian Singer, no ha podido conseguir del todo 'mantener' un suspense fundamental para un triller. Y es que, que todos los espectadores sepamos que la operación va a fallar con seguridad, y que Hitler nunca murió asesinado, es un gran hándicap. Sólo los más grandes de la historia del cine son capaces de mantener en vilo y tensión al espectador, aunque éste conozca perfectamente el final. No es el caso.