domingo, 4 de abril de 2010

100 años no es nada. ¡Casi nada!


Hoy la Gran Vía, la calle más emblemática de Madrid, cumple 100 años. Un siglo de vida para una arteria que no es sólo historia viva de la ciudad que la vio nacer, sino de España entera. La arteria madrileña fue durante décadas un símbolo de progreso y modernidad para todo el país. De todos los rincones de nuestra geografía llegaban todos los días del año miles de transeúntes dispuestos a dejarse sorprender de su grandiosidad, sus aceras repletas de gente -lugareños y forasteros-, sus inmensos carteles de cine, sus amplias cafeterías como Manila, sus luces, su todo…

Yo fui uno de esos visitantes que la Gran Vía dejó impresionado en su primer encuentro. Tendría unos 12 años, cuando hace unos veinte veranos la ventanilla de un taxi me dejó entrever tal majestuosidad. Nuestro hotel estaba justo encima de la famosa Casa del Libro, y aunque la entrada estaba -aún está- en la calle de La Salud, las ventanas de las habitaciones daban a nuestra calle hoy centenaria. Yo vivía en una pequeña ciudad, era mi primer viaje a la Península y la Gran Vía madrileña me parecía algo fuera de lo normal. Gente, tiendas, coches, gente, cines con carteles gigantes, edificios más grandes aún, bocas de metro, gente de todo tipo, de toda clase, de todos los lugares, más gente… cuando ibas a cruzar un paso de peatones me sorprendía el río de gente con el que casi te chocabas.

Mi segundo contacto con la calle fue unos dos años después cuando un viaje a Galicia nos detuvo un día en la capital y comimos en un local en el tramo entre Callao y la Plaza de España. Dos años después volví a verla, otra vez de paso a otro viaje más lejano. Dos años más tarde me detuve otra vez en el mismo hotel. Volví a ver pasar gente sin parar desde la ventana de mi habitación. La volvía a patear, almorcé en sus restaurantes, me metí en uno de sus cines, me senté en un banco viendo gente pasar, compré en sus tiendas y disfruté de una de las obras más divertidas que he visto, Cegada de amor de la compañía La Cubana en el Lope de Vega, que era Cine, y ahora es Teatro. Y luego… luego, cuatro meses después, me vine a vivir a Madrid y ya nunca la he perdido de vista. Ya siempre ha sido una visita obligada en mis idas y venidas al centro de Madrid. La Gran Vía ha estado siempre ahí, en mis días universitarios, en mis noches de juerga, en mis tardes de radio, en los cines y teatros, sobre todo musicales, en vueltas y revueltas…

Es verdad que la Gran Vía de hoy me gusta menos que la de hace catorce años, cuando me asenté en Madrid. Es probable que la de hoy sea más cívica, más limpia, más segura, pero también más impersonal. La calle de antaño tenía un sabor especial que esta ha perdido. La muerte de los cines, de las tiendas de toda la vida y la llegada de las grandes cadenas y franquicias de ropa y comida la han asemejado demasiado a decenas de arterias en muchos países del mundo. Pero en fin… quedan muchas cosas que la hacen única. Hoy cumple nuestra vía grande un siglo en pie. 100 años no es nada. ¡Casi nada!


1 comentario:

  1. Por favor...un poco de teatro ¡ya! ¿Algo recomendable?

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