jueves, 30 de diciembre de 2010

Marca Sports Café por Navidad


Madrid tiene desde hace unas semanas, casi coincidiendo con la época prenavideña, un nuevo restaurante temático dedicado al mundo del deporte. Bajo la enseña del diario Marca, se ha abierto en el Paseo de Recoletos de la capital, a escasos metros de la Biblioteca Nacional y la Plaza de Colón, un local de 800 metros para vivir las emociones de deportes mayoritarios como el fútbol, el baloncesto, el tenis, las motos o la Fórmula 1 y otros no tanto como el rugby, hockey sobre hielo, dardos, cricket, etc.

El grupo Unidad Editorial, editor de Marca, y la sociedad santanderina Cántabra Sports Café han puesto en marcha este nuevo proyecto empresarial, cuyo objetivo es que se convierta en una cadena con, al menos, cinco locales en España. El local de Madrid, en pleno centro, muy cerca de su vecino musical Hard Rock Café, cuenta con más de 40 pantallas de televisión, alguna de ella gigante, zonas de videojuegos, una decoración con fotos de deportistas, portadas del diario Marca, una barra de bar redonda enorme... y una tienda de productos deportivos. Además también han incrustado un estudio de Radio Marca, donde se emitirán programas en directo y entrevistas a deportistas famosos.

No dudo de que el Marca Sports Café va a ser un éxito abosluto, por su concepto, por su ubicación y por la asociación con "Marca". Será el lugar perfecto para vivir en directo los grandes partidos de fútbol de la Liga y la Champions no sólo del Real Madrid -cuando no se tengan entradas para ir al campo- sino de otros equipos, pues Madrid alberga seguidores de muchos equipos. Algo parecido a lo que sucede en el famoso The Sports Cafe de Londres que muy bien conozco, en Haymarket, donde se reunían (nos reuníamos) aficionados de varios clubes europeos y lationoamericanos para seguir a sus (nuestros) respectivos equipos.

En estos sitios, lamentablemente, la comida suele ser lo de menos, pues no solemos ser demasiado exigentes mientras tengamos una buena pantalla, buen sonido y unas buenas cervezas. Pero el otro día tuve la cena de Navidad de mi grupo (Unidad Editorial) en este lugar y la verdad es que todo lo que sirvieron en plan "cóctel de pie" estaba bastante bueno. La carta de este nuevo lugar, consagrada al deporte en sus nombres, es muy parecida a cadenas tipo Fosters Holywood o TGI Fridays, con aros de cebolla, alistas de pollo, hamburguesas, quesadillas, ensaladas, sandwiches, perritos calientes, costillas... (e incluso menús para niños y para celiacos) y si tu equipo favorito gana, puedes seguir tomando copas para celebrarlo.

Así que, ya sea en lo poco que queda de 2010 o ya en el año nuevo, Marca Sports Café será una gran opción para disfrutar a tope del mejor deporte en buena compañía. ¡Feliz 2011!

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¡Aquí hay tomate!


En los últimos meses he estado ya dos veces en el que, sin lugar a dudas, es uno de los restaurantes de moda de 2010 en Madrid. Curioso, ninguna de las dos ocasiones lo he elegido yo, pero es que cuando un restaurante se ponde de moda, ya se sabe... tanto, que me dicen que ahora es casi imposible reservar, que hay días que casi no cogen el teléfono. En fin...

Bar Tomate, un nombre reconozco que muy original, es la apuesta madrileña del grupo Tragaluz que está triunfando con la mayoría de sus restaurantes en Barcelona. Está ubicado en el distrito de Chamberí, pero casi al lado de Castellana y muy cerca del Barrio de Salamanca, con lo que destila algo de pijerío. Al mediodía, muchos ejecutivos de las empresas de la zona y por la noche, gente que se quiere dejar ver y probar nuevos sitios. El local, muy estilo neoyorquino, es de esos que parece destartalado, o lo que en personas sería algo desaliñado, pero si te fijas bien, está hecho así a propósito, sin perder de vista el más mínimo detalle. Un salón a la calle con ventanales a Fernando el Santo -en donde he comido las dos veces- y otro interior. Me pareció ver también dentro una mesa larga para compartir, tan propio de culturas más anglosajonas. Me llamaron la atención unas lámparas con forma de libros. En definitiva, una decoración curiosa, divertida, distinta.

La comida no está mal, lejos de ser uno de los grandes comedores actuales de la capital. Una cocina mediterránea pero algo creativa, con croquetas, tomates (que para algo se llama asé el sitio), ensaladas, hamburguesas, carpacccios, risottos, solomillos, steak tartar o un tartar de atún sobre guacamole, que por ejemplo yo probé y que estaba muy bueno. La carta de vinos algo escasa. Los postres a base de tartas y helado, aunque me gusté el detalle del surtido de quesos del país. El servicio de mesas algo regular. De precio es moderado, aunque me dicen que han subido algo los precios últimamente. La fama, es lo que tiene. Sale en torno a las 35-40 euros con vino.

En fin, si quieres una buena y breve conclusión. Vete si eres un novelero y quieres ver y dejarte ver, pero no vayas si lo que quieres es un sitio de buen comer.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Juguetes y sueños


El verano, que irremediablemente ya pone fin, nos ha dejado dos buenas películas que aún permanecen en lo alto de las listas de las opiniones de los críticos y nada mal situadas en la taquilla. Toy Story 3 y Origen han animado el periodo estival tan propio de bodrios y cine exclusivamente “de palomitas”.

Toy Story 3 es el colofón a una trilogía genial del director John Lasseter y de Pixar y Disney, que han creado una bonita historia 15 años después del comienzo de la saga, que aúna colorido, diversión, suspense, miedo, tristeza y, por supuesto, alegría. ¿Quién dijo que los dibujos animados son para niños?

Origen ha sido un gran descubrimiento en el séptimo arte. Muchos la califican como la película del año, no sólo por su calidad cinematográfica sino por su capacidad de sorprender y adentrarse en el cine del siglo XXI, donde los efectos especiales se pueden combinar con buenos guiones sin necesidad de que la película sea un bluf.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Un bokado en el jardín


El verano se acaba. Da igual que oficialmente hasta el 22 ó 23 de septiembre no cambiemos de estación. La realidad es que el periodo estival está a punto de expirar. La gran mayoría de los españoles lleva ya un par de días en el tajo, y los que no, apuran las vacaciones en la playa, o en las piscinas de las ciudades a las que les quedan pocos días de vida. Pero si tenemos suerte, y el tiempo nos da una tregua, todavía podemos disfrutar de unos días más de alguno de los fabulosos restaurantes con terraza con los que cuenta Madrid.

Uno de los que más me gustan para esas noches de verano calurosas es Bokado. Su ubicación, un poco a desmano si vives en Madrid capital, hace que casi obligatoriamente tengas que ir en coche, pero es de fácil aparcamiento y vale la pena. Se encuentra en el Museo del Traje, al lado de la A-6 casi ya en su entrada (o salida) a Madrid, ya en Ciudad Universitaria. No he cenado en el interior, pero su terraza situada en un amplio jardín es magnífica.

Bokado, al menos su terraza, es un sitio para ir a cenar sin prisas. El servicio no es excesivamente rápido, pero parece que el lugar y el ambiente hace propicio que la velada se alargue algo más con sumo gusto, ya que el jardín es relajante y sumamente refrescante en las noches tórridas del Madrid veraniego, incluso con un piano sonando a lo lejos.

La comida aprueba con bastante nota. Los platos son de origen vasco creativo, pero con raciones abundantes y las materias primas de primera calidad. Tiene dos menús degustación en torno a 40 euros, sin incluir bebidas, con lo que te saldrá algo más de 60 euros por cubierto, siempre dependiendo del vino elegido. Buena carta de caldos. También puedes elegir una buena variedad de aguas. En fin, una apuesta ganadora para las estas fechas estivales.

lunes, 23 de agosto de 2010

¡Larga vida al Salón Chamartín!


El otro día me enteré de que mi añorado Salón Chamartín está cerrado por reformas. Es una mala noticia, pero a la vez estupenda, porque me han dicho que en septiembre, a más tardar, abrirá de nuevo sus puertas a sus viejos conocidos y otros nuevos transeúntes. Mi noviazgo con este peculiar lugar, situado en el distrito que lleva su nombre, comenzó hace unos trece años, unos meses después de llegar a la capital. No es un sitio cualquiera. Para empezar, el acceso es restringido, algo lógico si tenemos en cuenta que sus dueños, un matrimonio de sesenta y pocos años de edad, pero con la mitad de años en espíritu y jovialidad, viven y reinan entre sus paredes.

Es difícil definir qué es el Salón Chamartín. No es un local de copas, pero se toman unos cubatas y unos gintonics estupendos. No es una casa de comidas, pero en pocos sitios en las alturas de la capital (está en una planta 11º con increíbles vistas) comerás tan bien, pues la jefa de la casa igual te hace un cocido montañés, un salmorejo cordobés, un marmitaco, o una exquisita lasaña. Tampoco es un pub relajado para escuchar música, pero siempre se descubre a un nuevo autor, una melodía distinta, una canción francesa olvidada, las rancheras de siempre. El jefe de la casa es un DJ de primera. No es un local de conciertos, pero aquí se han vivido míticos recitales que aún se recuerdan de vez en cuando en algunos rincones de Madrid.

También se llegaron a representar algunas obras de teatro, creo recordar que sobre todo el Juan Tenorio, y hasta sirvió de plató para un corto de cine hace no muchos años. Dispone también de una biblioteca de vértigo, con títulos de todo y para todos. Famosas son sus lecturas poéticas, muchas veces aderezadas con música en directo. Aquí nació una joven editorial de poesía y cuentos, que aún pervive. Y creo que hasta ha servido de estudio de grabación. Me consta, además, que algunas semanas al año se hacen reuniones para ver óperas en minicine. En fin, una gozada. Por no decir que asomarse a la enorme balconada y ver el cielo de Madrid desde allá arriba con una copa en la mano no tiene precio.

El Salón Chamartín es historia viva de Madrid. Por sus sillones, de charla, en sus comidas, puros, representaciones, fiestas, etcétera han pasado en sus casi treinta años de vida todo tipo de personas con diversas ocupaciones: abogados, cantautores, políticos, jueces, empresarios, funcionarios, periodistas, ingenieros, escritores, amas de casa, vividores… muchos han sido los que no han querido perderse entrar y disfrutar de unos de los lugares más enigmáticos e indispensables de Madrid. No está en las guías, nadie habla de él en público, salvo en escasas ocasiones y como en este caso, sin dar muchos datos más que su nombre de guerra, que no aparece en casi ningún sitio, ni siquiera en el edificio en donde está.

Ahora está en obras, cerrado por reformas, pero me consta que ya está casi alicatado para abrir de nuevo sus puertas. Si usted tiene la suerte de ser invitado y alguien le lleva a este lugar tan especial, no lo dude, disfrútelo. Quizás allí nos encontremos, y quizás allí le cuenten algunas de las anécdotas e historias que yo, por respeto, no puedo contar en este blog.

martes, 13 de julio de 2010

La Copa del Mundo en mis manos


A estas alturas, a martes 13 de julio por la tarde, el que no sepa que la Selección española de fútbol se proclamó hace dos días campeona del Mundo es que no vive en España o que está aislado en una cabaña sin contacto con el exterior. El éxtasis que ha provocado la victoria de La Roja en una afición sedienta desde hace décadas del ansiado título mundial en el deporte rey ha paralizado al país entero. Nos merecíamos celebrar algo así y lo estamos disfrutando por todo lo alto.

Nunca olvidaré este mundial. Después de perder el primer partido de la fase final (algo inédito para un campeón) y de los nervios en los partidos posteriores, sobre todo con el de Paraguay de Cuartos, nunca olvidaré la gran final. Madrid fue el domingo durante todo el día (como imagino que toda España) una ciudad que sólo vivía para la final. Desde por la mañana la gente sólo pensaba en el partido. Los exteriores del Bernabéu colocaban puestos de camisetas, gorras, banderas…. Todo el mundo quería ir de rojo. Los coches, los balcones, las personas lucían banderas nacionales, los periódicos tintaban sus páginas con los colores patrios, las televisiones y radios se volcaban con especiales previos a la gran cita. Por la noche, la ciudad (y España) se concentró durante más de dos horas en contemplar el partido de sus vidas. Hubo tensión, nervios, buen juego por momentos. Patadas y juego sucio por otro. Un árbitro inglés para olvidar. Un gol para enmarcar. Un pitido final para recordar. Una victoria para la posteridad.

La fiesta se prolongó a altas horas de de la madrugada. El entusiasmo me llevó a bajar con unos amigos por una Castellana atestada de gente para llegar a Colón y el Paseo de Recoletos. Imposible llegar a Cibeles. Ni falta que hacía. Las calles hervían. Los cánticos resonaban en mi cabeza. ¡Campeones del Mundo! ¡Qué bonito suena!

Ayer, Madrid se volvió a lanzar a la calle, esta vez para homenajear a los campeones que recorrieron la capital en un autobús descapotable. Prácticamente todas las televisiones se apuntaron al carro de la Selección. ¿Quién no vio anoche, aunque fuera en un zapping, a Pepe Reina reinando en el escenario del Manzanares?

Para completar la borrachera mundialista y rojigualda, esta mañana al llegar al trabajo me he encontrado, como el que no quiere la cosa, que a escasos metros de mí estaban Vicente del Bosque y Ángel María Villar con la mismísima Copa del Mundo. Tras felicitar y estrechar la mano de Del Bosque, no pude contener acercarme a la copa y tocarla, como el que toca el cielo. Por allí lanzaron unos flashes, y encima me llevo una foto de recuerdo. ¿Qué más se puede pedir? No sé. Quizás ganarle a Brasil la final de su Mundial en 2014 y poder asistir al campo. Por soñar que no quede. Hay sueños que se hacen realidad.

jueves, 8 de julio de 2010

El delirio de la Roja


El triunfo de la Selección española ante Alemania en las semifinales del Mundial ha desatado una euforia sin precedentes en España. Millones de banderas cuelgan de ventanas y balcones de nuestras ciudades, el tema principal de conversación en los bares y centros de trabajo es el equipo nacional de fútbol, la prensa deportiva arrasa estos días, el positivismo es tal entre los ciudadanos que hemos despedido por un tiempo la crisis, el paro y la sentencia del Estatut para hablar de lo único que parece verdaderamente importante en este país: el fútbol.

No me quiero ni imaginar si somos capaces (no tengo ninguna duda) de ganar el domingo a Holanda y proclamarnos campeones del mundo. El balompié es el único deporte que puede paralizar un país entero. Ya ha sucedido en Brasil, en Argentina, en Francia, en Italia… ahora nos toca a nosotros. Nos merecemos este ganar este Mundial.

Desgraciadamente Sudáfrica está muy lejos, viajar es carísimo y estamos en crisis, pero los millones de gargantas rojas se oirán el próximo domingo por la noche en todos los rincones de España, y allá por donde haya un españolito por el mundo. Tenemos una Selección única y es hora de demostrar al mundo que podemos ser campeones, y que la Eurocopa no fue una ilusión óptica. Que vuelva a marcar Puyol o Villa o mi compatriota Pedrito, o quien sea. Como reza el lema de la Selección escrito en el autobús: “Ilusión es mi camino, victoria mi destino”. ¡¡¡¡A por ellos!!!

martes, 6 de julio de 2010

Nadal, Wimbledon y Roland Garros


El domingo cuando veía a Nadal alzarse en Londres con su segundo Wimbledon y octavo ‘Grand Slam’ me vino a la mente la primera final que ganó en el All England Tennis Club ante Federer, que ha pasado a la historia como la más larga por los continuos cortes ocasionados por la lluvia. ¡Qué pedazo de final! En general, el triunfo de Nadal me hizo recordar muchos buenos momentos que he vivido gracias a los triunfos del tenista balear de tan sólo 24 años, ya sea disfrutándolos desde el salón de casa en la tele o las que he podido disfrutar en directo como varias semifinales y las tres finales que ha disputado en el Masters Series de Madrid (de las que ganó dos) o su segunda final en Roland Garros –la primera frente a Roger Federer- que tuve la suerte de ver en vivo y en directo en la pista Philippe Chatrier.

Entonces un casi todavía adolescente Nadal -había cumplido 20 añitos unos días antes- derrotó al todopoderoso Roger Federer y comenzaba su leyenda en París al sumar su segunda Copa de los Mosqueteros consecutiva y además ante el número uno del mundo. Aquella final empezó mal para el balear, con un 6-1 en contra que no hacía presagiar nada bueno. Sin embargo, Rafa tiró de garra y derrotó al suizo en cuatro sets. Los españoles enloquecimos enarbolando nuestras banderas de España en medio del templo francés de tenis. París, que nunca ha tenido devoción por los españoles, apoyaba a ultranza a un francófono Federer. Pero Roland Garros ha tenido que acostumbrarse y desde entonces ha visto reinar a nuestro Rafa tres veces más (el mes pasado volvió a recuperar el trono que Federer había conseguido el pasado año).

No sé si volveré a contemplar una final de Roland Garros en directo y además jugando los dos primeros del mundo y ganando un español. Mi final en París será siempre la de 2006. Pero si de algo estoy seguro es que no moriría del todo feliz sin haber asistido a una final de Wimbledon al menos una vez en la vida. Mi pasión por el tenis me obliga a coronar los dos templos mundiales de la raqueta. A ver si un año consigo entradas. Ardua tarea.

domingo, 4 de abril de 2010

100 años no es nada. ¡Casi nada!


Hoy la Gran Vía, la calle más emblemática de Madrid, cumple 100 años. Un siglo de vida para una arteria que no es sólo historia viva de la ciudad que la vio nacer, sino de España entera. La arteria madrileña fue durante décadas un símbolo de progreso y modernidad para todo el país. De todos los rincones de nuestra geografía llegaban todos los días del año miles de transeúntes dispuestos a dejarse sorprender de su grandiosidad, sus aceras repletas de gente -lugareños y forasteros-, sus inmensos carteles de cine, sus amplias cafeterías como Manila, sus luces, su todo…

Yo fui uno de esos visitantes que la Gran Vía dejó impresionado en su primer encuentro. Tendría unos 12 años, cuando hace unos veinte veranos la ventanilla de un taxi me dejó entrever tal majestuosidad. Nuestro hotel estaba justo encima de la famosa Casa del Libro, y aunque la entrada estaba -aún está- en la calle de La Salud, las ventanas de las habitaciones daban a nuestra calle hoy centenaria. Yo vivía en una pequeña ciudad, era mi primer viaje a la Península y la Gran Vía madrileña me parecía algo fuera de lo normal. Gente, tiendas, coches, gente, cines con carteles gigantes, edificios más grandes aún, bocas de metro, gente de todo tipo, de toda clase, de todos los lugares, más gente… cuando ibas a cruzar un paso de peatones me sorprendía el río de gente con el que casi te chocabas.

Mi segundo contacto con la calle fue unos dos años después cuando un viaje a Galicia nos detuvo un día en la capital y comimos en un local en el tramo entre Callao y la Plaza de España. Dos años después volví a verla, otra vez de paso a otro viaje más lejano. Dos años más tarde me detuve otra vez en el mismo hotel. Volví a ver pasar gente sin parar desde la ventana de mi habitación. La volvía a patear, almorcé en sus restaurantes, me metí en uno de sus cines, me senté en un banco viendo gente pasar, compré en sus tiendas y disfruté de una de las obras más divertidas que he visto, Cegada de amor de la compañía La Cubana en el Lope de Vega, que era Cine, y ahora es Teatro. Y luego… luego, cuatro meses después, me vine a vivir a Madrid y ya nunca la he perdido de vista. Ya siempre ha sido una visita obligada en mis idas y venidas al centro de Madrid. La Gran Vía ha estado siempre ahí, en mis días universitarios, en mis noches de juerga, en mis tardes de radio, en los cines y teatros, sobre todo musicales, en vueltas y revueltas…

Es verdad que la Gran Vía de hoy me gusta menos que la de hace catorce años, cuando me asenté en Madrid. Es probable que la de hoy sea más cívica, más limpia, más segura, pero también más impersonal. La calle de antaño tenía un sabor especial que esta ha perdido. La muerte de los cines, de las tiendas de toda la vida y la llegada de las grandes cadenas y franquicias de ropa y comida la han asemejado demasiado a decenas de arterias en muchos países del mundo. Pero en fin… quedan muchas cosas que la hacen única. Hoy cumple nuestra vía grande un siglo en pie. 100 años no es nada. ¡Casi nada!