lunes, 23 de agosto de 2010

¡Larga vida al Salón Chamartín!


El otro día me enteré de que mi añorado Salón Chamartín está cerrado por reformas. Es una mala noticia, pero a la vez estupenda, porque me han dicho que en septiembre, a más tardar, abrirá de nuevo sus puertas a sus viejos conocidos y otros nuevos transeúntes. Mi noviazgo con este peculiar lugar, situado en el distrito que lleva su nombre, comenzó hace unos trece años, unos meses después de llegar a la capital. No es un sitio cualquiera. Para empezar, el acceso es restringido, algo lógico si tenemos en cuenta que sus dueños, un matrimonio de sesenta y pocos años de edad, pero con la mitad de años en espíritu y jovialidad, viven y reinan entre sus paredes.

Es difícil definir qué es el Salón Chamartín. No es un local de copas, pero se toman unos cubatas y unos gintonics estupendos. No es una casa de comidas, pero en pocos sitios en las alturas de la capital (está en una planta 11º con increíbles vistas) comerás tan bien, pues la jefa de la casa igual te hace un cocido montañés, un salmorejo cordobés, un marmitaco, o una exquisita lasaña. Tampoco es un pub relajado para escuchar música, pero siempre se descubre a un nuevo autor, una melodía distinta, una canción francesa olvidada, las rancheras de siempre. El jefe de la casa es un DJ de primera. No es un local de conciertos, pero aquí se han vivido míticos recitales que aún se recuerdan de vez en cuando en algunos rincones de Madrid.

También se llegaron a representar algunas obras de teatro, creo recordar que sobre todo el Juan Tenorio, y hasta sirvió de plató para un corto de cine hace no muchos años. Dispone también de una biblioteca de vértigo, con títulos de todo y para todos. Famosas son sus lecturas poéticas, muchas veces aderezadas con música en directo. Aquí nació una joven editorial de poesía y cuentos, que aún pervive. Y creo que hasta ha servido de estudio de grabación. Me consta, además, que algunas semanas al año se hacen reuniones para ver óperas en minicine. En fin, una gozada. Por no decir que asomarse a la enorme balconada y ver el cielo de Madrid desde allá arriba con una copa en la mano no tiene precio.

El Salón Chamartín es historia viva de Madrid. Por sus sillones, de charla, en sus comidas, puros, representaciones, fiestas, etcétera han pasado en sus casi treinta años de vida todo tipo de personas con diversas ocupaciones: abogados, cantautores, políticos, jueces, empresarios, funcionarios, periodistas, ingenieros, escritores, amas de casa, vividores… muchos han sido los que no han querido perderse entrar y disfrutar de unos de los lugares más enigmáticos e indispensables de Madrid. No está en las guías, nadie habla de él en público, salvo en escasas ocasiones y como en este caso, sin dar muchos datos más que su nombre de guerra, que no aparece en casi ningún sitio, ni siquiera en el edificio en donde está.

Ahora está en obras, cerrado por reformas, pero me consta que ya está casi alicatado para abrir de nuevo sus puertas. Si usted tiene la suerte de ser invitado y alguien le lleva a este lugar tan especial, no lo dude, disfrútelo. Quizás allí nos encontremos, y quizás allí le cuenten algunas de las anécdotas e historias que yo, por respeto, no puedo contar en este blog.

1 comentario:

  1. Espléndido, Carlitos. Y emotivo. Creo que lo copiaré (citando el enlace, claro) para que lo disfruten mis amigos blogueros.
    Y puedes dar la bienvenida a Julia en mi última entrada, tal vez algú día lo lea,jeje.
    Abrazo

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