lunes, 16 de marzo de 2009

Libros y periódicos, dos perros con distinto collar

Hoy me he desayunado con dos noticias interesantes. La primera de ellas la publicaba el diario Expansión, bajo el título “Érase una vez la crisis gracias a la que el hábito de lectura aumentaba”, y explicaba que el editorial es uno de los pocos sectores que resiste la actual coyuntura, sobre todo con libros profesionales, de autoayuda, 'bes-sellers' y novelas históricas. La otra la publicaba uno de mis blogs preferidos, 233grados.com, con el título: “El Seattle Post-Intelligencer deja de imprimirse mañana tras 146 años de historia”. Curioso. La crisis crea situaciones imprevisibles. Mientras los periódicos y las revistas echan el cierre y sólo mantienen vivas sus ediciones digitales, los libros, esos eternos acompañantes y creadores de sueños siguen con una salud de hierro. Parece mentira que sobreviva un producto que cuesta entre 20 y 30 euros (libro normal) o entre 6 y 10 euros (edición de bolsillo), y sin embargo esté en coma aquello que no supera los 2 ó 3 euros.

La razón no está en el precio. Como tampoco es el coste de la entrada lo que hace a la gente abarrotar ahora los teatros y descuidar los asientos de los cines. La gente va al teatro porque ve un espectáculo genuino, único, incapaz de piratear. No pagan masivamente el cine porque creen que ya es más fácil, más cómodo y más barato ver las pelis bajadas de Internet, alquiladas o compradas con la promoción del kiosco, tranquilamente en el salón de casa y con la tele de LCD de 32 pulgadas.

Algo parecido pasa con los periódicos y los libros. Los ávidos buscadores de noticias ya las tienen en Internet, más rápidas, más directas, gratis e, incluso, con vídeos y audios que las complementan. Comprarían periódicos, pero saben que hoy en día los medios dan lo mismo en papel que lo que han dado antes o darán después en Internet, las mismas noticias, pero en vez de leerlas en una pantalla o imprimirlas en un un folio en casa o en la oficina, se contemplan en un papel oficial. ¿Voy a pagar 1 ó 2 euros por leer prácticamente lo mismo que encuentro gratis en la red, y en la mayoría de veces para enterarme más tarde? Parece razonable contestar que no. Sin embargo, si la edición en papel fuera distinta, con más análisis y menos noticias de ayer y anteayer, más opinión, más conclusiones… quizás!!!!

¿Y qué pasa con los libros? Pues que la gente se gasta (nos gastamos) los euros en la librería o en el hipermercado de turno, porque sabe (sabemos) que ese libro es único, que va a tener larga vida en la mesa de noche o en la estantería del salón. Quizás pasen cinco años, o incluso menos, y ese libro vuelva a ser leído. Da igual que ya existan los e-books, y que en Internet se encuentren ediciones enteras de multitud de títulos. El libro impreso, encuadernado e incluso con anotaciones perdurará aún por mucho tiempo. Podrá descender su venta, podrán bajar los precios, podrá perder algo de terreno ante el libro digital, pero no desaparecerá. Porque los lectores seguirán comprando libros y sumergiéndose en miles de historias. Las cifras y los hechos empiezan a cimentar esta tesis. Y algo importante. Mientras la supervivencia de los libros sólo depende de que alguien los compre, los periódicos no sólo podrían vivir con lo que se paga al kiosquero, sino que necesitan ingresos publicitarios. Y eso, amigos míos, es otra historia. Una muy complicada.

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