lunes, 13 de abril de 2009

Estética pura sobre las tablas


Fui el sábado a ver la penúltima representación de Hamlet en las Naves del Teatro Español. Dos días después creo que aún continúo en estado de éxtasis tras las casi cuatro horas de duración de un espectáculo sublime que el director esloveno Tomaz Pandur ha puesto en pie en el polivalente escenario del Matadero de Madrid.

Todo es mágico en este montaje, desde la espectacular escenografía de Numen, la magnífica composición musical de Silence, el apropiado vestuario de David Delfín, el imponente diseño de sonido de Mariano García o la precisa y creativa iluminación de Juan Gómez Cornejo. A esto se le suma una inconmensurable Blanca Portillo en el papel de Hamlet y un cortejo de actores secundarios que realizan un trabajo muy sensato, todos bajo la batuta de Pandur, un director que ya se siente en España casi como en casa, tras regalarnos en los últimos años algunas grandes obras como Inferno o Barroco. Y por supuesto sin olvidar que estás frente a un Shakespeare, quizás ante su obra más grande y más veces representada, la del príncipe de Dinamarca.

En un escenario inmenso donde el agua cobra vida propia y las luces y las sombras se convierten en niebla y tinieblas, se desarrolla este Hamlet contemporáneo, oscuro, siniestro, complejo, atormentado como el sello que impregna Pamdur a sus obras. El texto se diluye en la atmósfera pausada, que se detiene y que envuelve el sonido de la respiración del público que abarrota la sala. Los actores, corren, saltan, gritan, luchan, hablan. Su preparación mental y física es admirable para enfrentarse a cuatro horas de catarsis teatral interpretando al clásico de los clásicos. Incluso en el intermedio, en nuestro descanso y en su descanso (que no lo es), la representación sigue, the show must go on y el café del teatro se convierte en un cabaret con Asier Extendia cantando en el escenario y los actores integrados entre el público mientras el bar no para de servir bebidas y empanadillas.

Lástima que este apoteósico espectáculo teatral estéticamente perfecto y textualmente correcto sólo haya permanecido dos meses en cartel, pese a la dificultad de encontrar entradas en las semanas finales, y que no vaya a realizar gira por culpa de la complejidad del escenario.

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