sábado, 21 de febrero de 2009

¡Ay qué vida!

Hoy sábado hay una cita musical que no puedes dejar escapar. A las 19:30 horas, la madrileña Sala Clamores quedará a oscuras y en silencio durante algo más de hora y media para escuchar la voz y la guitarra del inigualable músico, Jose Zúñiga. Han tenido que pasar exactamente veinticuatro años para que el popular cantautor cántabro, afincado desde hace décadas en Madrid, haya decidido volver a la primera línea musical, a las tablas, al contacto directo con su público. Lo hizo en petit comitè el pasado 21 de noviembre en la pequeña y coqueta Sala Trovadicta de la capital en un concierto tranquilo, íntimo y cargado de mucha nostalgia. Pero ahora se lanza con todas sus fuerzas a la arena para ofrecer, a sus incondicionales de toda la vida y a nuevos compañeros de viaje, un recital que seguro será inolvidable.

El que fuera componente del mítico grupo “Los Escorpiones” se subirá de nuevo hoy a un escenario de renombre, como la mítica Sala Clamores, para presentarnos una veintena de canciones, que incluyen nuevas composiciones y temas de su repertorio de siempre, en un concierto que lleva por nombre, “¡Ay que vida!”.

No sé si esta tarde la sala estará llena, si el ambiente estará recargado de humo, si las luces y el sonido funcionarán bien, mal o regular, si las copas serán baratas, si a algún despistado le sonará el móvil en medio de la actuación, si los flashes de las cámaras de fotos cegarán al cantante, si no le fallará la voz, si los incondicionales compartiremos los nervios con el artista. No sé nada de esto. Pero doy fe de que el músico, poeta, editor, jurista, artista, funcionario, amigo, marido, padre, suegro y ahora también abuelo, Jose Zúñiga, se entregará cien por cien mañana a su público, nos hará sentir sus canciones, nos trasmitirá su pena y su alegría, nos hará evocar recuerdos, nos susurrará al oído cuando haga falta, nos gritará palabras que nunca debieron borrarse del diccionario, nos llevará de viaje vertical en un ascensor que falla cuando le da la gana, nos acompañará de baretos por el Madrid de nunca jamás, nos ahogará en sensaciones olvidadas, nos dibujará una sonrisa en nuestra cara, nos hará olvidar la puta crisis… qué más se puede pedir por cinco euros que cuesta la entrada.

¡Mucha mierda, Jose!

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